PENSAR DESDE LA HISTORIA,HISTORIAR DESDE EL PENSAMIENTO
Pedro L. San MiguelDepartamento de HistoriaUniversidad de Puerto RicoRecinto de Río Piedras
amauta.upra.edu/vol4investigacion/vol4_pensar_desde_la_historia.pdf -
El manejo por los historiadores y por otros científicos sociales de conceptos como “sub-desarrollo” y “desarrollo” evidencia cómo la modernidad ha intentado establecer límites impera-tivos al pensamiento, linderos que la mayoría de los practicantes de estas disciplinas hemos sidoincapaces de transgredir.13Algo similar se puede decir sobre las prácticas y las concepciones quehan lastrado a las ciencias humanas en general −y a la Historia en particular−, impidiéndolespensarse a sí mismas más allá de los límites canónicos que han prevalecido en estas áreas del sa-ber. El resultado ha sido una incapacidad para pensar el conocimiento −en este caso, el conoci-miento histórico− en su historicidad; es decir, como saber contingente y azaroso, que posee lími-tes finitos, y que carece de esa condición de lo absoluto, lo que constituye uno de los rasgos delpensamiento sagrado, no del pensamiento profano, que es a lo que ha aspirado el pensamientocientífico desde los inicios de la modernidad.11White, Metahistoria.12Sobre estas concepciones, ver: Pedro L. San Miguel, “La representación del atraso: México enla historiografía estadounidense”, Historia Mexicana, LIII, 3 (2004): 745-796.13Lo siguiente se basa en buena medida en: Fernando Mires, El discurso de la miseria, o la crisis dela sociología en América Latina (Caracas: Nueva Sociedad, 1993); y Crítica de la razón científica (Ca-racas: Nueva Sociedad, 2002).
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7Por lo tanto, reclamar que la disciplina de la Historia se piense a sí misma en su historici-dad conlleva, en primer lugar, exigir que las categorías y los conceptos que maneja sean constan-te y sistemáticamente sometidos a escrutinio; y, en segundo lugar, que su(s) método(s) y su(s)teoría(s) sean igualmente cuestionados, interrogados y disputados.14Realizar con rigor estas ta-reas implica, por supuesto, abandonar las posturas cómodas de lo ya sabido, de ese pensar pla-centero y remolón sobre el cual hemos erigido nuestra autoridad académica e intelectual. Cum-plir esa ingente faena posiblemente también implique efectuar una especie de “cambio de piel”,de mudanza de ideas, conceptos, formas de pensamiento, y de prácticas académicas, pedagógicasy comunicativas. Implica, sobre todo, salirse del ámbito delimitado de lo cierto, lo sólido y lo es-table para entrar al espacio de lo incierto, lo frágil y lo inestable. Significa, quizás, abandonar ellenguaje y las formas convencionales de deliberar sobre la ciencia, el saber, el conocimiento y elpensamiento. Conlleva pensar, no como certeza, sino como riesgo y aventura. Entraña, también,pensar desde la historia, como contingencia del devenir, y no desde el Absoluto, que es un pensarque se ubica fuera de la historia, que es otra forma de decir que se sitúa fuera de lo humano. Su-pone, sobre todo, historiar desde el pensamiento, que no es sino razonar, discurrir, reflexionar,analizar y especular con sospecha, incertidumbre y perplejidad acerca de lo que se piensa.14Como ejemplos de algunos de los cuestionamientos e interrogantes efectuados a la historio-grafía durante los últimos tiempos, ver: Zermeño Padilla, La cultura moderna de la historia; Rana-jit Guha y Gayatri Chakravorty Spivak (eds.), Selected Subaltern Studies (New York: Oxford Uni-versity Press, 1988); y Carlos Pabón (ed.), El pasado ya no es lo que era: La historia en tiempos de in-certidumbre (San Juan: Ediciones Vértigo, 2005).
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